Algunas épocas de nuestras vidas serán más difíciles que otras. En estos momentos, es fácil perder de vista el panorama general y perder la esperanza. Aquí es también cuando debemos trabajar más duro para aferrarnos a nuestra esperanza y a nuestra fe, independientemente de dónde encontremos nuestra fe. Cuando las cosas van bien, comenzamos a montar una ola de positividad sin siquiera intentarlo realmente; simplemente continuamos montando la ola hasta que, de repente, se estrella y sentimos que nos arrastra hacia abajo con ella. Cuando eso ocurre, perdemos la marea que nos ha mantenido avanzando, pero eso no significa que no podamos aprender a seguir avanzando de una manera diferente. Debemos recordar que lo más seguro es que podamos salir de la ola y aprender a avanzar hacia nuestras metas de una manera que no dependa únicamente de la marea.
Cuando la ola choca, nos vemos obligados a encontrar nuestra fuerza dentro de nosotros mismos sin el apoyo de la fuerza de la marea. Nos damos cuenta de que tenemos que encontrar la manera de ser optimistas y esperanzados de una manera que no permita que nuestra situación prescriba nuestro estado emocional. Ser positivo, optimista y esperanzador no implica ser poco realista sobre nuestra situación o negar nuestras emociones sin tomarse el tiempo para procesarlas. Por el contrario, simplemente significa que podemos procesar nuestras emociones guiando nuestros corazones y nuestras mentes para ver el panorama más amplio y reconocer que, sin importar nuestras circunstancias, tenemos mucho por lo que vivir y mucho por lo que agradecer. Los milagros ocurren todos los días y siempre se encuentran en los detalles de nuestra vida diaria y, a menudo, pasan desapercibidos. Nuestro deber es, por tanto, abrir los ojos lo suficiente para poder reconocerlos. Los milagros residen en cosas tan simples como un abrazo de un ser querido, el sabor de tu plato favorito, los sonidos de tu canción favorita, la comodidad de tu manta favorita, un día soleado o uno acogedor y lluvioso. El mundo nos da mucho para disfrutar y deberíamos estar abiertos a recibir todo lo que tiene que ofrecernos y usarlo para anclar nuestra esperanza.
Sin embargo, siempre debemos recordar que nuestra mayor fortaleza es nuestra capacidad no solo de confiar en nosotros mismos o en la naturaleza, sino también en nuestra capacidad de confiar los unos en los otros. Siempre debemos recordar que nosotros como humanos somos seres sociales y nuestra esperanza radica sobre todo en nuestras relaciones. Nuestro bienestar, nuestra salud, nuestra felicidad, nuestro éxito y nuestra esperanza dependen de lo bien que lo hagamos juntos y de lo bien que nos cuidemos unos a otros. Siempre hay personas dispuestas a brindar apoyo y pedir ayuda no es nada de qué avergonzarse porque no estamos diseñados para pasar la vida solos. En última instancia, la forma de mantener la esperanza es apreciar los milagros en nuestra vida diaria, practicar la gratitud y aprender a cuidarnos unos a otros. Siguiendo estos principios generales, no importan las dificultades con las que podamos enfrentarnos, no importa cuándo finalmente choque la ola, aprenderemos a sobrellevar cualquier situación y seguir avanzando.