A veces cuando perdemos a un ser querido, nos agobian sentimientos de culpabilidad. Nos sentimos que algo que hubiéramos podido hacer y no hicimos pudiera haber salvado a nuestro ser querido o sentimos que algo que hemos hecho ha sido la causa de la desgracia. Esta es una emoción habitual en la experiencia de alguien sufriendo tras la muerte de una persona a la que realmente quiere. A veces cuando estamos en el duelo, no hallamos otra explicación por la calamidad por la que estamos pasando sino la de nuestra culpabilidad, pero esto es una falsedad que cualquiera puede llegar a creer cuando la pena arrolla.
Nos sentimos angustiados e incluso podemos llegar a creer que ya no somos dignos de amor, porque nuestros pensamientos están cargados de sentimientos de culpa y por lo tanto, nos alejamos de nuestros seres queridos porque no queremos que nos vean por lo que, equivocadamente, creemos que realmente somos. Estas sensaciones no logran nada más que alargar el proceso de recuperación emocional.
A veces luego de haber superado la sensación irracional de que tengamos la culpa de la muerte de alguien cercano a nosotros, nos podemos volver a sentir culpables cuando por fin podemos llevar a cabo un día con normalidad o cuando por fin sentimos que podemos volver a disfrutar de la vida. Nos sentimos culpables por haber sobrevivido y por disfrutar de la vida cuando nuestro ser querido que hemos perdido ya no puede.
Los sentimientos de culpabilidad en estos casos, por muy irracional e ilógicos que sean, tienen que ser expresados en el primer instante que los sientes, y si no puedes, cuanto antes mejor. Es una emoción compleja y la mejor manera de empezar a desarmar las irracionalidades es expresarlas. Poco a poco, le podrás dar sentido a los sucesos y podrás entender la desgracia de tal modo que ya no sientes culpabilidad, encontrarás paz y tranquilidad en tu corazón. Has de recordar que has hecho todo dentro de lo posible para que tu ser querido supiera que lo querías y que lo apreciabas, aunque hayas fallado en algún momento, y al fin y al cabo, de eso se trata de la vida y es lo que hace que nuestros recorridos por este mundo valgan la pena, por muy cortos o largos que sean. No te alejes de los que siguen contigo por ideas infundadas de culpabilidad, sigue adelante, llenando tu vida con amor y alegrías.