La vida es una serie de coyunturas. A veces parece que la vida nos acorrala y que hay dolores que son demasiado fuertes para superarlos, nos ponemos una coraza para protegernos y nos negamos a abrir el corazón. Es normal cuando uno ha sufrido mucho. Cuando nos encontramos en estos momentos decisivos, tenemos la oportunidad de reinventarnos, volver a soñar de nuevo y buscar nuevas maneras de demostrar compasión a aquellos que nos rodean. Allí donde parece que carecemos de esperanza, nos tenemos que retar a amar más y tener confianza que con cada pequeño acto de amor estaremos renovando nuestras propias fuerzas innatas.
Nuestra habilidad de demostrar compasión, pese a todos los altibajos de la vida, es marca de nuestra resiliencia. A través del amor y la compasión podemos devolvernos la esperanza a nosotros mismos. No te ates a tu desesperanza, usala y aprovéchala para levantarte cada día y decidir seguir el camino de la caridad. El más pequeño de nuestros gestos de amor tiene efectos buenos para todos. Tras levantarle los ánimos a alguien, rellenarás poco a poco los vacíos emocionales que sientes y volverás a tu talante habitual.
Es normal que uno se sienta paralizado y desolado ante cambios grandes y significativos en nuestras vidas. Es una lucha de cada día y aunque nos rompa el alma, hemos de recordar que todo lo que hacemos es en nombre del amor por nuestros seres queridos, tanto los presentes como los ausentes. El recuerdo de nuestros seres queridos nunca desvanecerá si hacemos honor a su memoria y construimos una vida sembrando el amor. Debemos dejarnos sorprender por lo que puede florecer de un acto de compasión.